jueves, 30 de septiembre de 2010

Extraño


He entrado en casa, y no sé por qué razón hoy me parecía extrañamente grande. O puede que yo me notase más pequeño. Esta mañana olvidé abrir las ventanas y subir las persianas al irme. Probablemente habría olvidado mis pantalones si no hubiese tropezado con ellos en el pasillo al salir de la ducha. Aún arrastraba un sueño espeso mientras bajaba las escaleras.
Con todo atrancado y a oscuras, el silencio que me ha dado la bienvenida era hostil. Como si la casa me advirtiese de que estaba muy bien sin mi presencia, que mi llegada sólo servía para perturbar su calma y que sería mejor que me largase o algo malo iba a sucederme.
He decidido quedarme, no encender ninguna luz y hacerme ciego y mudo.
No quería fastidiar, pero me he sentido terriblemente solo. Sentía que necesitaba a alguien a quien saludar a mi llegada. Darle un beso cálido y un abrazo, interrumpiendo lo que fuera que estuviese haciendo al menos durante cinco minutos. Porque me he sentido muy pequeño y necesitaba que me abrazasen. Sentía que si abrazaba a alguien recuperaría mi tamaño natural, como si ese abrazo fuese una metáfora del pastel con la nota “cómeme” de Alicia. Me he preparado una taza de leche fría con Nesquik, pero seguía sintiéndome igual. La recurrente pócima no había funcionado.
El silencio y la penumbra seguían recordándome lo pequeño que era. Aún así no he subido las persianas. He pegado la nariz al cristal de la ventana de la cocina y cerrando un ojo he intentado mirar por uno de los agujeros de la persiana para ver si el mar seguía estando ahí.
Sí. Todo permanecía en su sitio; el mar, las palmeras, los coches, los viejecitos, los perros paseando a sus dueños, todo estaba donde lo había dejado antes de entrar en casa. Podía estar tranquilo. Pero no lo estaba.
Me he regodeado en mi melancolía. Me he deleitado con el escozor ácido de mi parpadeo. Ha sido un día “corriente” pero no sé muy bien por qué, al entrar en casa y caminar en ella a oscuras y sin hacer nada, tenía ganas de llorar. No estaba triste. Sólo tenía ganas de llorar. Y he optado por la ducha. He cerrado la puerta para no molestar al resto de la casa y la repentina conspiración de sus paredes, y bajo el agua caliente he dejado que las lágrimas se perdiesen por el desagüe mezcladas con Moussel. No me he secado. He salido del baño chorreando entre una nube de vapor y he ido a abrir todas las ventanas y persianas dejando un divertido y peligroso dibujo de agua en el suelo. Tom Jones a todo volumen acompañando mi baile absurdo me ha recordado que pronto llega mi turno de organizar una cena con los amigos en casa y, obviamente, lo ridículo que resulta cualquier tío no habitual en la portada de “Men’s Health” bailando desnudo en medio del salón. Me río. El techo de mi piso está de nuevo a la distancia correcta.

Tom Jones & Stereophonics - Mama told me not to come.mp3


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