El almuerzo
¡Y dio otro bocado! No pensaba dejar nada. Casi en estado de shock, no podían creer lo que estaban viendo. Lloraban y gritaban desesperados pidiendo ayuda, preguntándose dónde estaba la profesora que, desgraciadamente, se había desmayado al darse cuenta de lo que estaba haciendo Marcos. Gritos y más gritos le suplicaban que no siguiera avanzando, que no era como en las películas de dibujos animados. Todos enmudecieron cuando vieron al magnífico oso ponerse en pie, ladeando la cabeza preguntándose por qué habían adelantado la hora del almuerzo aquel día. Y era de los que no dejan nada en el plato.
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