lunes, 11 de octubre de 2010

Su cena


El suelo era de madera vieja.
Se notaba que era vieja porque los listones tenían las imperfecciones que tiene cualquier piel con el paso de los años. Era una madera pintada muchas veces de negro brillante. Debía de ser así porque los agujeros de los clavos que sujetan el entarimado ya no parecían orificios de mampostería sino pequeños huecos como los que quedan en una cama vacía después de un largo sueño entre sábanas negras.
Guardando la trasera del pequeño escenario, un telón de fondo de un rojo tan vivo que parecía palpitar como sangre sobre un lienzo de terciopelo.
Dos candelabros dorados con velas blancas cansadas de llorar vigilaban como cabezas de medusa la silla solitaria que permanecía en el centro del escenario iluminada por un único foco cenital, que describía con el humo de cigarros sobados un tenue haz fantasmal.
Apenas empezó a sonar “Harlem nocturne” se impuso un silencio sudoroso entre la concurrencia que miraba hechizada cómo una pierna interminable asomaba tras aquella bambalina, roja como el telón de fondo y ribeteada con filigranas doradas. A esa larga pierna de malla negra, calzada con zapatos de aguja rojo Ferrari y lazo negro, la siguió un brazo enfundado hasta casi llegar al hombro por un guante negro sin dedos para que destacasen las uñas púrpura sobre la pálida piel de seda de las manos que agarraban con fuerza la tela bermeja que aún ocultaba el resto del cuerpo. Como si cogiese impulso para salir a escena de un salto.
Pero la tenaza se aflojó, deslizándose hacia abajo acompañando a los suaves y sensuales movimientos con los que la princesa vampira se abrió paso a golpe de cadera hasta la silla de raso.
La sala entera tragó saliva y apuró los vasos mientras luchaba por no parpadear. No quería perder detalle de cómo aquel delicioso cuerpo diseñado para el placer deslizaba por sus hombros una boa de pluma marfil que había reposado sobre el respaldo de la silla hasta que ella entró.
Llevaba el pelo, negro sobre negro, recogido en un moño alto enlazado de cualquier manera con cinta roja y algunos mechones ondulados caían rebeldes sobre el cuello y hombros desnudos. Las pestañas eternas acunaban unos enormes ojos marrones que recorrían las mesas con calma depredadora. Observaban insolentes cada una de las almas que llenaban la sala mientras el cuerpo encorsetado en rojo y negro trazaba serpenteos imposibles, dirigidos por unos senos desnudos, de pezones brunos y redondos.
Llegó su mirada a mi mesa y como un cazador que pacientemente esperaba a ver salir la presa desde su escondrijo, sonrió deleitándose, imaginando cómo y donde iba a desangrar a su víctima de aquella noche.
Desparramó, sin importarle el destrozo, todo el erotismo que cabía en aquel cuerpo perfecto sobre el oscuro suelo del escenario. Todas las personas del patio embozado, hombres y mujeres, con deseo y celo a partes iguales, asistíamos embelesados al despliegue de danza y seducción con el que aquella mujer estaba embriagándonos sin ningún tipo de rubor. Pero su mirada insistía en desnudarme a mí por dentro.
Era como si todo su cuerpo flotase en una nube de etérea sexualidad alrededor de aquella cara en la que unos labios carmesí dibujaban una sonrisa burlonamente erótica mientras me miraba fijamente bajo el largo flequillo azabache.
No se desprendió de ninguna de las pieles de seda y látex que la cubrían durante los aproximadamente dos minutos y medio que duraba su hipnosis burlesque, pero la caída de ojos con la que parecía decirme “hasta dentro de un rato” mientras desaparecía del escenario, me hizo ver claramente que yo iba a ser su cena aquella noche.

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho las comparaciones, símiles y metáforas que utilizas, soy muy claros, comprensibles y agradables también, pero ten cuidado de no abusar mucho de ellos en tus relatos. :P a parte de eso genial, me parece que está bastante bien estructurado... aunque claro yo no entiendo mucho de escritura. Muy bien. Y cómo acabó la noche? XD

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  2. ¿Cómo que tú no entiendes de escritura?
    Es cierto lo de las metáforas. Pero aún no he aprendido a evitarlas.
    En respuesta a tu última pregunta y siguiendo con las metáforas, ...sigo vivo ;)

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