Mis cómics preferidos eran europeos o americanos, y lo único japonés que conocía era lo que veía en la tele. Pero en una de esas extrañas e inusuales aperturas de mente que tuve a los catorce años me dio por comprar ese exótico cómic japonés, a ver qué tal.
Y ¡Bam! Era como estar viendo una película. El dinamismo de las imágenes, la fluidez de las viñetas y el texto justo y necesario me hicieron devorar ese número 1 a la velocidad del rayo. Recuerdo que lo compré con un colega con el que compartí el gasto. Lo leímos los dos juntos en su casa tirados en el suelo escuchado a Meat Loaf en la mini-cadena carísima de su hermano mayor (sin que él se enterase, claro), y cuando relajamos el estado de éxtasis sensorial un par de minutos después de haber leído la última página, volamos a Norma Cómics a por los siguientes cuatro números que ya estaban publicados agotando los cuatro duros que teníamos entre los dos. Habíamos olvidado dejar la mini-cadena como estaba al ir a comprarlos y cuando volvimos a casa felices con nuestra compra y deseosos de saborearla, su hermano también había vuelto. Miraba alternativamente su mini-cadena abierta y nuestras caras de gilipollas mientras hacía crujir los nudillos, uno a uno. Qué gran tarde…
Ese fue mi caso. Pero como yo, fueron muchísimos los aficionados al cómic que se rindieron al nuevo estilo que venía del país del sol naciente. Por ese motivo Katsuhiro Otomo se convirtió en cabeza de lanza del boom del Manga en occidente (Akira Toriyama con Dr.Slump o Dragon Ball sería otro, pero esa es otra historia)
Otomo nació en 1954 en Hasama, y creció en una sociedad convulsa y en continuo cambio, protestas por aquí, protestas por allá, manifestaciones, exclusión social, lo cual se reflejó tanto en sus dibujos como en sus guiones. Le preocupaban mucho esos cambios y hacia donde se dirigía la sociedad japonesa de aquellos años, y por lo que se refleja en su obra, no se adivinaba un tipo optimista.Su narración es muy cinematográfica. Como decía antes, leer sus cómics es como estar viendo una película. Y una película muy rápida porque se leen muy deprisa. Pero en una segunda lectura, se puede disfrutar cada viñeta con el detenimiento de quien visita un museo. Unos dibujos dinámicos y extremadamente realistas (excepto las caras, que conservan los rasgos manga) en los que el texto se torna en simple apoyo la mayor parte del tiempo porque los dibujos hablan solos.
En mi opinión, Otomo es quien mejor representa el movimiento en sus dibujos de todo el planeta. Y lo mismo se puede decir de su habilidad para representar con total credibilidad la cotidianeidad, la belleza de una escena de caos en una multitud donde cada persona está haciendo algo diferente. Un mercado, el patio de una guardería, o un sucio callejón lleno de putas, drogadictos y moteros camorristas. Mención aparte para los diseños futuristas de vehículos y entornos, de una calidad pasmosa debida a sus estudios de arquitectura y diseño industrial. Todo eso unido al talento narrativo hace que Otomo sea uno de los maestros del género. Y mi principal influencia.
Un día de estos escribiré un post con mis influencias, y ya veréis el lugar que ocupa Otomo.
La pena es que después no han llegado otros mangas del nivel de Akira.
ResponderEliminarYo también me enganche a Akira, me encantaba Kaneda, y que por primera vez pasaba de ver en el manga japonés a protagonistas con estrellas en los ojos que parecían europeos, a verdaderos japoneses en un marco muy real. La historia también me cautivó, aquellos niños viejos me tenían muy intrigada.
ResponderEliminarPues sí, es cierto. Los hay muy muy buenos, pero del nivel de AKIRA...
ResponderEliminarRebeca... te molaba Kaneda ¿eeeeh...? y luego nos quejamos... jajajaja ES BROMA!!!