viernes, 29 de octubre de 2010

Contigo



Joaquin Sabina - Pastillas para no soñar.mp3

Se le veía muy pequeñito.
Si extendía el brazo ante mí, era igual de pequeño que la punta de mi dedo.
Encima no me llevé las gafas, así que por ir guapo no veía bien el bombín.
No veía bien, en general.
Pero no era tan necesario ver como oír, porque sonaba de maravilla.
Mi gran temor era en qué estado se encontraban sus cuerdas vocales, porque en estudio tenía un timbre un poco apagado. Viejo.
Pero no, anoche su voz era la de siempre.
La de los excesos.
La de los conciertos.
Y el sonido de la banda era contundente. Puro rock que vestía con traje de noche los versos de Sabina, acompañado en varias ocasiones por la impresionante guitarra de Joan Eloi, “el guitarrista que siempre se ríe de fondo”.
Muchas veces he intentado imaginar cómo sería acompañar a toda esta pandilla una noche de copas. Tiene que ser una experiencia tan “enriquecedora”
El concierto tuvo un solo problema: todas las localidades eran de asiento. Incluso las de pista.
Iba a ser un concierto, a ratos meloso, a ratos canalla y todos en su sillita como niños buenos en un colegio de pago, en un concierto de Sabina… pues como que no pegaba.
Así que, los culos en las sillas duraron “lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the Rocks” y en cuanto sonaron los acordes de “Pacto entre caballeros” a todos se nos quitaron las tonterías de la extraña e incomprensible intimidación que producen los asientos de las gradas que parecían decir: “¡eh! Que estamos aquí para que estéis sentaditos y quietecitos, que el escenario está muy lejos ¡¡¡venga ya… yo lo que quiero es bailar!!!  "¡¡¡Enróllate y haznos una copla guapa de las tuyas!!!" ...le gritamos.
Últimamente he estado en conciertos o actuaciones en pequeña escala, con buen sonido pero no gran aforo, pero anoche, volver a revivir la sensación de todo un Palau Sant Jordi cantando a todo pulmón esas canciones con las que te identificas, quieras o no, con un sonido tan espectacular que los instrumentos parecían envolverte y despertarte el pecho con tanta fuerza como un carro de paradas fue una experiencia “gallina de piel”.
Sabina presentó a su banda en verso. Una delicia que sonó a chuchería comparado con las letras de su repertorio que, por cierto, estaba repleto de viejas canciones.
Expuso los peligros de ordenar libros a la una de la mañana acompañado por un whisky.
Interpretó en catalán las primeras estrofas de “Contigo” dejándonos a todos con boca de pez…
Todo lo demás que vimos anoche, simplemente sucedió. No podría explicarlo con palabras.
Seguro que él sí podría.
Gracias por tu poesía Joaquín.

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