viernes, 14 de enero de 2011

Smoke


No es que antes no se pudiese percibir, qué va, pero es que ahora con la entrada en vigor de la nueva ley anti-tabaco, he notado una diferencia cuando entro en un bar, cafetería, pub, restaurante, sala de conciertos o lo que quiera que sea donde antes se podía fumar masivamente, a parte, claro está, de la evidente diferencia de la ausencia de humo en el aire, los movimientos nerviosos de una pierna impaciente bajo la mesa, y los continuos paseos a la puerta de los que desean con fervor deleitarse con un pitillo y los consiguientes corrillos-chimenea de fumadores en la puerta del lugar.
Y esa cosa que se nota al entrar en un local donde antes el humo en la atmósfera era lo habitual, casi obligatorio, es que ahora el local tiene su propio olor. Un olor de bar donde antes se ha fumado mucho, y ese es un olor desagradable que antes quedaba disfrazado por el humo. Un olor rancio. Si por casualidad habéis entrado en un pub a mediodía, con el aire del interior limpio después de estar un día cerrado por descanso del personal, sabréis a qué olor me refiero. O también se nota más el olor del otro lado de una barra, digamos que, un poco dejada de la mano de Dios ante la imposibilidad de limpiar en profundidad la superficie porosa del suelo de madera pisoteado con cientos de licores y chapas de Estrella. A parte, con la ausencia de humo en el ambiente, también se perciben mejor los olores humanos de algunos tugurios. Y no todos nuestros congéneres son eficaces en el uso correcto de perfumes y desodorantes. Creo que prefería el olor a local donde se fumaba. Yo opino que el humo de cigarrillos en el ambiente no es más perjudicial que el humo que respiramos habitualmente en una ciudad y, ya puestos, creo que le daba cierto empaque a ciertos garitos. Es difícil de asimilar entrar en un concierto de Eels o en una discoteca de house sin respirar esa atmósfera cargada de humo.

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No digo que esté bien, ni mal. Solo destaco la diferencia entre el antes y el ahora. Pero bueno, imagino que es una cuestión cultural, y que con el paso del tiempo nos iremos acostumbrando a ello. Yo aún recuerdo haber ido al médico de pequeño, y este nos recibía con un Celtas pestilente entre sus dedos amarillos, y dejando caer la ceniza en uno de esos ceniceros-tocho de cristal con conchas, caracolas marinas y mini-estrellas de mar en su interior. Y para quien no lo recuerde, hasta en los cines se podía fumar. ¿Increíble? …ya. Pues eso.
Ahora las aceras están cubiertas de colillas allá donde haya un bar, y hacer un "simpa" es mucho más fácil que nunca con la excusa de salir a fumar a mitad del almuerzo. That's life.

1 comentario:

  1. ¡JO! yo salí este viernes por primera vez desde la entrada en vigor de la ley y chico, lo de los olores corporales es un sin vivir.

    Como bien dices, nos iremos acostumbrando.

    Salud!

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