jueves, 27 de enero de 2011

El susto de volar

Hablemos de sensaciones.
Las sensaciones que se tienen cuando haces algo sensacional por primera vez. La primera vez que vas en bici sin las ruedas auxiliares, la primera vez que consigues tirarte de cabeza a la piscina, o besar a una chica, o a un chico, o un sobresaliente en matemáticas, o lanzarte de lo alto de un puente sujeto por una cuerda…
Pues únelas todas y multiplica el resultado por mil.
Eso es lo que sientes cuando descubres que puedes volar.
Imagínatelo.
Un día, fantaseando con los poderes de Tetsuo, te imaginas separándote del suelo lentamente y cuando asimilas lo que ven tus ojos ya estás a medio metro del suelo. Flotando.
Te quedas sin respiración. Alucinas.
Te falta el aire y un sudor frío empieza a cubrir tu cuerpo.
Lo primero que haces muerto de miedo es mearte encima y lo segundo es mover los brazos y las piernas en el aire como lo harías estando bajo el agua, pero lo único que consigues es sentirte ridículo (y mojado) porque tu situación espacial respecto al suelo no varía.
Bueno, no varía gracias a los movimientos de tus extremidades, pero sí que lo hace cuando empiezas a imaginar que te desplazas. Y te entran las prisas.
Y es entonces cuando atraviesas como un tiro tu minúscula habitación dándote en los pies con la silla y en la cabeza con la lámpara antes de estrellarte con el póster sexy de la pared, porque sí, tu has deseado desplazarte, pero claro, no se te ha ocurrido desear detenerte… a tiempo.
Entonces lo pillas.
Deseas posar los pies en el suelo.
Y se posan en el suelo.
Estás posado en el suelo.
Te acuerdas de respirar.
Es justo en ese momento cuando todas esas sensaciones de las que hablaba antes, unidas y multiplicadas por mil, afloran y se desparraman en una cascada de gritos y risas, e incluso alguna lagrimilla de emoción y mocos a modo de gotera nasal en la soledad de tu habitación. Quieres salir a contárselo rápidamente a alguien, a tus padres, a tu hermana, a quien sea… pero piensas que podría no volver a suceder, y entonces tus padres tomarían una decisión definitiva respecto a aquel folleto de una institución mental para jóvenes que misteriosamente apareció en un cajón de la cocina tras explicarles tu historia sobre las voces que solo tú oyes, como a lo lejos, y decides que tal vez sea mejor intentar de nuevo eso de flotar en el aire antes de contárselo a nadie, y ver si vuelve a salirte.
Y te sale.
Vale, aterrizas, y vuelves a acordarte de respirar.
Y ahora, ¿qué?
Sin saber muy bien por qué, sigues resistiéndote a contrasello a alguien. Aún no eres consciente de lo que está sucediendo y te ves inmerso en una gran aventura en la inconsciencia, sin consecuencias, como si se tratase de una fantasía infantil, así que miras hacia la ventana de tu cuarto que da a un patio de luces.
Sabes que arriba no hay tragaluz ni uralita porque el patio de tu casa, que es particular, cuando llueve se moja como los demás, y la salida en el sobreático es a cielo abierto.
Nada te impediría salir volando hacia arriba.
La luz de la cocina vecina que hay frente a tu habitación está apagada, lo que significa que no hay nadie en casa de los vecinos y cada vez estás más cerca de atreverte a salir volando. Pero coño, vives en un octavo piso, ¿y si cuando estés en el aire, a ocho pisos de altura, falla lo que sea que hace que puedas volar? Esa posibilidad hace que decidas vestirte y bajar a la calle para buscar un lugar tranquilo y en tierra firme donde intentarlo.
En el centro de tu ciudad...
Lugar tranquilo...
No se te ocurre ninguno.
Entonces recuerdas que Superman era capaz de salir volando como el rayo hacia arriba y la gente no se daba ni cuenta, así que te acuclillas entre dos coches grandes aparcados como cuando buscas un lugar discreto donde mear y no quieres entrar en un bar.
Coche a tu izquierda, coche a tu derecha, pared a tu espalda y nadie delante.
Bien.
Imaginas que sales disparado hacia arriba como un rayo tal y como lo hacía Superman y súbitamente un trueno explota en tus oídos mientras tus ojos se cierran llenos de lágrimas y tu nariz se hincha de aire que trata de entrar a presión. Te pitan los oídos. El susto te hace pensar que algo no ha ido bien y decides detenerte en lo que sea que estás haciendo para averiguar, precisamente, qué es lo que estás haciendo. Abres los ojos tras haberte imaginado detenido.
Te vuelves a mear encima al ver lo que ves. Cielo de color violeta a derecha e izquierda, naranja al frente y casi negro detrás y sobre ti.
Y algo que parece tierra firme allí abajo, en la penumbra del crepúsculo, como a tres mil metros bajo tus pies.
Crees que la emoción que sientes al ver lo que estas viendo, lo que estás viviendo, es tan incontenible que va a hacer que te explote el pecho.

Superman, Secret identity

Si estuvieses en el suelo irías corriendo y dando saltos de felicidad con los brazos abiertos y gritando y riendo de alegría como si tu amor secreto y platónico te hubiese dicho de pronto que te ama y no se imagina la vida sin ti, o alguna chorrada así, pero no estás en el suelo y… recuerdas que tienes vértigo.
El terror se apodera de todo tu ser y no sabes qué hacer. Sabes que no estás cayendo porque tu pelo no se mueve y tu ropa no se infla con el aire, o sea, que estas parado, pero no sabes qué paso dar a continuación. Tiemblas de frío y pavor, te encuentras tremendamente solo y sientes que vas a morir y nadie va a ser testigo de tu desaparición. No tienes ni idea de qué hacer.
¿Y si decides bajar y lo haces tan súbitamente como en la ascensión y acabas espachurrándote contra el suelo? ¿y si has salido por accidente de la atmósfera de la tierra y al bajar, haces la re-entrada y te desintegras como lo hacen los meteoritos? no, no estás fuera de la atmósfera porque puedes respirar perfectamente… ¿o no estás respirando? si, tu pecho se mueve. Y hay que ver cómo…
Sorbes los mocos... ¿Y si te atropella un Boeing 747?
Ya lo tienes.
Intentas calmarte e imaginar que eres un copo de nieve y actuar. Después de todo parece que las clases de expresión corporal sirven para algo más que para ligar con tu compi del instituto. Empiezas a descender, cada vez más deprisa, a voluntad, y te ríes. Te ríes porque lo que te está sucediendo es lo más grande que le ha sucedido a alguien en toda la historia de la humanidad. Y curiosamente, ya eres consciente de ello.
Esa misma noche, tras repasar lo sucedido y cómo aterrizaste fácilmente en una arboleda del parque sin que nadie te viese, tu cabeza es un torbellino cuando te tumbas en la cama.
Piensas en esto, en lo otro, en lo de las voces que oyes, en los cómics de Superman que has leído, en qué cosas debes intentar hacer mañana para ver si tal y cual…
Y también piensas: ¿Qué pasará mientras duermo si sueño que vuelo?
Pues que volarás.


Superman, Secret identity

3 comentarios:

  1. ¡qué sensación más increíble! Volar! me he sentido tan angustiada como el protagonista, tan loca y tan llena de preguntas. Muy bueno.

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  2. Me ha encantado.. muchas veces sueno que vuelo y es maravilloso cuando sabes que puedes y no dudas en darlo todo!!
    Ayer pusieron superman aqui en Londres, no la veia desde en tiempos!! muy bueno verla en ingles.. y la musica como te transporta.. escucharla en directo en el Albert Hall tiene que poner los pelos de punta!!
    Genial tu blog :)

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